No sé a ti, pero a mí cumplir años y/o que llegue la Nochevieja me pone metafísica. Una serie de pensamientos en plan "¿he cumplido mis propósitos para este año?" se amontonan en mi mente y no me dejan disfrutar del canto de los pajarillos y del ruido del camión de la basura a las 3 de la mañana. Normalmente la reacción normal en estos casos es aburrir mortalmente a alguien con una llamada telefónica de horas y horas contándole mis múltiples paranoias, pero ahora que tengo un blog, he pensado que debería escribir un post profundo y metafísico cuya lectura sería abandonada por todos al llegar al segundo o, como máximo, tercer párrafo.
O mejor no.
He decido que en vez de post emparanoiantes* voy a postear una serie de mis chistes favoritos: los chistes malos.

Sí, eso, chistes malos . Porque, por si no lo sabías, te cuento que me encantan los chistes malos. Son mis favoritos. Cuanto peores sean más me reiré. Pero, ojo, no cualquier chiste malo, sino un chiste malo de los que hacen circular plantas rodadoras. Un chiste malo de los que crean silencios en los que sólo se escuchan grillos.

- Dos salchicas en una sartén y una le dice a la otra: "Joder, qué calor hace aquí" y la otra responde "¡HOSTIA PUTA UNA SALCHICHA QUE HABLA!"
- Un hombre se sienta en el filo de un hacha. ¿No te hace gracia? Pues él se partió el culo.
- Una tortuga española se va de vacaciones a Inglaterra. Cuando va caminando por la calle, se choca con un zorro, y éste le dice "I'm sorry" y la tortuga le contesta "I'm tortugui"
- "Mamá, mamá, en el colegio me llaman despistado". "A ver niño, ya te he dicho que ésta no estu casa y yo no soy tu madre"
- Iba un ciempiés caminando y tropezó, y tropezó, y tropezó, y tropezó...
En fin, un año más vieja... ¡pero más sabia, jamás!
*No, esa palabra no existe, pero le propondré a la RAE que la incorpore en su próxima actualización.